15 de septiembre de 2014

La ideología del rendimiento y el aspiracionismo.



En realidad lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardomoderna.
Byung Chul-Han

La cuestión del sufrimiento psicológico, según Gramsci, es el resultado de un proceso de incorporación de los conflictos actuantes en las relaciones de fuerza que regulan la experiencia social.
Giovanni Pizza


Hace un buen tiempo que rastreo la internet o divago por algunas bibliotecas virtuales tratando de encontrar autores que me permitieran tender un puente sobre lo que considero una urgencia para pensar la enfermedad mental o esos trastornos que sin tener carta de reconocimiento en la psicología/psiquiatría moderna bajo la condición de enfermedades críticas, siguen proliferando silenciosamente.

Ese puente entre la salud/enfermedad y lo cultural para la antropología médica, sólo ha consistido en trabajos rudimentarios y repetitivos sobre la vinculación de los sistemas etnomédicos con la medicina convencional, algunos han ido más allá y han estudiado la enfermedad como interiorización individual de alguna disfunción social. De todas maneras leyendo a Bruno Latour y su llamado a trasladar los enfoques antropológicos de objetivación hacia nuestras modernas sociedades está la necesidad de vincular la mente-enfermedad con procesos económicos de configuración de mundos.

Un joven metalúrgico-filósofo coreano ha escrito recientemente el libro "la sociedad del cansancio", en él se detiene sobre la compulsión económica del capitalismo moderno por elevar a virtud absoluta y total el discurso del "rendimiento" como regulador de la energía psicosomática del trabajador en su ambiente laboral. Esta lógica supone que el deseo del individuo de surgir y prosperar (aspiracionismo) sea la condición fundamental a través de la cual la ideología del rendimiento puede tener lugar. 

Si nos retrotraemos a las críticas contra el marxismo y su noción del sujeto como un ser alienado o la -más conocida- conceptualización de la falsa conciencia, en la cual el individuo no encuentra un acceso transparente a la realidad y opera mecánicamente como zombie orientado por la dominación subjetiva del capital, encontramos la fuente de muchas críticas al absolutismo de Althusser y a su concepción de los aparatos ideológicos del estado, como instituciones incontrarrestables para la formación de los sujetos. 

Ya categorías internas al marxismo, como la noción de hegemonía en Antonio Gramsci, permiten reinterpretar y hasta subvertir el valor de la cultura o la ideología como operador secundario de lo social, que antes de él no era más que un accesorio, un efecto que respondía a la estructura económica como determinante último de la organización de la sociedad. 

El valor relativo que se les da a los aportes de estos dos teóricos marxistas, nos abren a la posibilidad de pensar la Cultura y su relación con la Ideología en la configuración de un orden del mundo que actualmente actúa sin mayor contrapeso. 

Si la cultura del rendimiento económico opera como regulador psicosomático del individuo y si dicha ideología se encuentra enlazado al deseo de éste en función de las posibilidades futuras que instaura en su imaginación todo el discurso paralelo de la "recompensa", podemos entrar a preguntarnos sobre las consecuencias biológicas o mentales que supone operar en un contexto de rigidez y compulsión como ese. ¿No son acaso la explosión de enfermedades como la depresión crónica, ansiedad generalizada o trastornos obsesivo compulsivos consecuencia de dicha ideología*? ¿No son acaso la sutura entre ideología y aspiración descriptores en donde la presión no es tanto exterior al individuo, sino que continuamente retroalimentada? Así lo interno es una interiorización de la exterioridad y lo externo una exteoriorización de la subjetividad. Acoplamientos que deshacen nociones como la falsa conciencia o la dominación absoluta de los individuos por el reino de la ideología.

Otra equivocación más del marxismo nacía de suponer que la dicotomía burgués/proletario o capitalista/trabajador bastaba para deducir una regla lógica en la cual trabajadores unidos en su condición de explotados y bastante superiores en número, bastaría para revolucionar las estructuras de la sociedad. La falta de gradualidad, los "entre-medio" de dichos polos, dejó de lado a una cantidad importante de profesionales o técnicos que siendo trabajadores no ven a su vida como una explotación del capital y muchos de ellos viven una condición de vida que no están dispuestos a transar, ni menos a abandonar.

Esas gradualidades que hacen posible pensar la categoría difusa de la clase media, es también una estructura del imaginario para los más excluidos, que creen ver en ellos un lugar para depositar las expectativas de futuro. Al respecto hay toda una literatura oficial que utiliza los indicadores de movilidad -ascenso debido a ingresos- como elementos demostrativos de que el sistema funciona y entrega oportunidades a quienes se esmeran en sus objetivos. El gran problema de todos los indicadores económicos es que funcionan pero no relacionan, se basan en el principio de que lo económico y lo médico son campos separados por fronteras nítidas y son muy pocos los investigadores que se atreven a cruzarlos o relacionarlos, no tanto por una falta de interés como de presupuestos que lo financien.

La condición sociocultural del rendimiento es un imaginario del capitalismo que valora recursos como el esfuerzo, la ambición, la competitividad y la postergación del equilibrio personal en función de un futuro prometedor. Quizá la sutura de esos dos componentes (ideología y aspiración) que ensamblan significados con deseos, sociedad e individuo, nos permitan acceder en el futuro a esa zona difusa y crepuscular en la cual la antropología no ha sabido relacionar debidamente Mente y Economía, procesos mentales, con procesos económicos. De ahí quizá salga alguna posibilidad para pensar la enfermedad mental, como algo que no reside únicamente dentro de las fronteras del individuo y el fetiche de lo "cerebral", sino como un acoplamiento de éste con su entorno material y cultural. Una ecología de lo médico.



*Chile cuenta con uno de los índices más elevados a nivel mundial tanto en depresión, como ansiedad generalizada y en la tasa de suicidio juvenil OCDE, sólo somos superados por Corea del Sur.