29 de septiembre de 2015

El Gran Filtro



La noticia geo-astronómica del día pasará a la historia científica como el día en que los seres humanos se enteraron de que el agua, aquel vital líquido esencial para la vida en la Tierra, es posible incluso en su vecino planeta más cercano: Marte. Nadie quiere apresurarse a interpretar las posibilidades y las proyecciones, en especial en un campo tan riguroso y receloso por la exactitud como la Astronomía, donde la probabilidad no es una voluntad ni un deseo, sino una ecuación matemática en la que primero hay que hacer la fórmula y después gritar Eureka. Pero a los más flexibles nos gustaría pensar que este descubrimiento conlleva una serie de implicancias encadenadas una tras otra, a saber, que la existencia de agua líquido escurriendo sobre la superficie marciana incrementa fuertemente las posibilidades de existencia de vida microscópica. De ahi, la conclusión inmediata es que si el agua y la vida microscópica es común ya en el planeta más cercano al Planeta Tierra, deberíamos evaluar entonces cuanto más posible es que los mismos dos fenómenos se presenten en la vastedad del Universo. La vida consistiría un fenómeno común en cualquier parte del Cosmos. Sería agregarle más variables a la Ecuación Drake y aumentar las estimaciones. Cerrando la cadena: si la vida es común en el universo, también entonces debe ser muy probable la presencia de vida inteligente similar a la nuestra, en cualquier forma en que pueda serlo (otra desafiante discusión).


Esta escalada presenta sin embargo, según el filósofo transhumanista Nick Bostrom, implicancias igual o más lógicas que barren con cualquier esperanza de establecer pronto el tan imaginado contacto. Bostrom, de nacionalidad sueca y profesor en Oxford, exponente de la Teoría de la Simulación y uno de los más recientes pensadores del Principio Antrópico, entre otros, nos echa abajo el castillo de naipes al presentar una pesimista reflexión respecto a la duda más famosa entre quienes esperan hallar algo en la Gran Oscuridad, aquella que inspiró la famosa Paradoja de Fermi: Si la vida (en el caso de Fermi, civilizaciones tecnológicamente avanzadas) es un fenómeno común en el Universo ¿Dónde están? ¿Por qué no se han contactado?. Esta paradoja se expresa comúnmente así:

La creencia común de que el Universo posee numerosas civilizaciones avanzadas tecnológicamente, combinada con nuestras observaciones que sugieren todo lo contrario es paradójica sugiriendo que nuestro conocimiento o nuestras observaciones son defectuosas o incompletas.

Bostrom titula descorazonadamente su ensayo del año 2008 como "¿Donde están? El por qué espero que la búsqueda de vida extraterrestre no encuentre nada". En él, propone que si llegásemos a encontrar vida en Marte, ya no serían buenas noticias para la existencia de vida inteligente en el Universo. Lo que es peor, serían pésimas noticias para nosotros mismos. Más aún: entre más compleja la vida que se pudiera encontrar en el planeta rojo, más escasas serían las posibilidades de vida compleja similar a la nuestra en cualquier otra parte. En términos resumidos, la existencia de vida en Marte supondría que el surgimiento de la vida no es un evento improbable,  y lo que sucedió en la casa de nuestro vecino tiene que haber sucedido millones de veces en el resto de los vecindarios. Considerando la existencia de galaxias y planetas con billones de años, y constatando que la vida compleja podría ser igual de común, entonces ¿por qué no hemos visto ninguna evidencia de una de esas millones de posibilidades?


Bostrom expone así la Teoría del Gran Filtro (que no es original suya), un evento trágico, un filtro final por las que todas las formas de vida del universo tendrían que pasar. En algún punto de su desarrollo, las formas de vida tendrían que enfrentar una obstáculo que significaría o su extinción o su continuidad. Nuestra civilización se encontraría entre dos posibilidades concretas: o ya pasó ese Gran Filtro, o éste se encuentra aún por delante de nosotros en el tiempo. La tragedia del asunto que es si ya hubiésemos pasado ese Gran Filtro, entonces la Humanidad, como consecuencia de vida compleja, sería un hecho altamente improbable en el Universo, y la soledad en el gran vacío estaría casi asegurada. De lo contrario, si el Gran Filtro está aún por delante de nosotros, entonces nos esperan tiempos dificiles. Teniendo al Gran Filtro delante de nosotros y comprobando la existencia de que la vida es común en el Universo, el pesimismo se hace evidente: las Civilizaciones que logran a desarrollarse no consiguen nunca pasar este Gran Filtro, y si es que lo lograran, serían eventos tan poco comunes que la posibilidad de encontrarnos con aquellos sobrevivientes es casi nula. Es más, Bostrom se inclina a pensar que, en un universo rebosante de vida, el Gran Filtro es simplemente un Juez Final y nuestra Civilización estaría condenada a desaparecer antes de siquiera acercarse a cualquier estrella.

El deseo aparentemente pesimista de Bostrom de no encontrar nada allá en Marte, se entiende a esta altura como una esperanza en la sobreviviencia de la humanidad, más que un negativismo gratuito. Entre más posibilidades de encontrar vida aquí tan cerca y entre más compleja ésta sea, más oscuro se torna el futuro de la especie. Al filósofo sueco le gustaría pensar más bien que la vida es escasa en el universo, o quizás hasta nula. Eso hace que el Gran Filtro pierda fuerza y sugeriría incluso que ya hayamos pasado la barrera, con un futuro lleno de potencial para alcanzar las estrellas, pero condenados a la infinita soledad.

Hoy se hizo el anuncio de hallazgo de agua líquida en Marte. Algunos ya hablan de la fuerte probabilidad de encontrar vida microscópica en ella. Que comiencen las apuestas.