"La finitud del hombre, establecida por Heidegger, constituye quizás el golpe mortal a la ideología de la Ilustración, porque reconocer esta finitud equivale a aceptar que el hombre siempre existirá en posesión de la verdad y del error... La comprensión de que toda verdad humana, no sólo tiene que resplandecer sobre las tinieblas ambientes, sino que esa verdad va entreverada con su propia oscuridad, quizás sea deprimente, y no sólo para los utópicos. Pero tiene la virtud de devolver al hombre su sentido del misterio primigenio que rodea todas las cosas, un sentido de misterio del cual lo aparta el mundo brillante de su tecnología, pero sin el cual, no es verdaderamente humano".
William Barrett
25 de febrero de 2012
16 de febrero de 2012
¿Quién habla por el cuerpo?
Los últimos refugios de la trascendencia se encarnan en la biología.
Claude Lévi-Strauss.
El deseo decían en Grecia era el origen de todo movimiento. Era la fuerza a través de la cual el cuerpo se anexaba elementos de su entorno y constituía un espacio para transitar y residir. Después (platonismo, cristianismo, edad media) vendrá todo un desprestigio hacia la noción de deseo, atribuible al apetito animal del cuerpo, expresión de las más bajas pasiones, aliada del cuerpo se opone al espíritu y a la nobleza y "pureza" del alma, esta última, era a fin de cuentas el vínculo evanescente con lo trascendental. En la actualidad ya nadie habla en esos términos, han caído en un profundo desuso, ahora tenemos a toda una comunidad de delantales blancos que ostentan el privilegio de hablar por el cuerpo, clasificar sus secuencias, unir elementos y diseñar hasta los cuadros psicológicos que lo afectan y lo sumen en períodos de enfermedad. Ellos abren las selecciones y definen cuales modos de vida expresan de mejor manera los modelos a seguir. El cuerpo sigue siendo un espacio de tensiones epistemológicas con profundas consecuencias políticas.
Sin embargo, cuando vemos que algunas clasificaciones atraviesan cadenas muy diferentes de elementos para darle un sentido de unidad a una enfermedad, como es el llamado trastorno transexual, nos enteramos tardíamente que ahí donde se nos ofrece una explicación ya habita una previa lógica que le daría toda su trayectoria al proceso científico de producción de ésta enfermedad.
La transexualidad, médicamente hablando, se define como aquella condición en la cual la mente se siente atrapada en un cuerpo que no expresa su verdadera identidad sexual. Entonces podemos encontrar mentes femeninas en cuerpos masculinos (transexual feminino) o mentes masculinas en cuerpos femeninos (transexual masculino). La enfermedad queda sellada desde el momento que el "deseo" mismo de un transexual se ve atravesado por intensas ansiedades por materializar su condición a través de una cirugía de cambio de sexo. Cirugía, dicho sea de paso, que se encuentra resguardada por una abultada burocracia.
Todo el párrafo anterior esta descrito según el modelo epistemólogico que hace inteligible el hablar del cuerpo únicamente a través de sus escisiones: Cuerpo/Mente, Biología/Psicología, pene-vagina/masculino-femenino. ¿Cómo enunciar la unidad funcional de un cuerpo, si todo el repertorio que nos permite pronunciarnos sobre él se encuentra minado de "irreconciliables"?, ¿Cómo dar cuenta de una enfermedad que es caracterizada como la falla de un todo (cuerpo-conciencia), a través de disciplinas que han alcanzado su gloria entendiendo al cuerpo como un lugar fragmentado?
Hasta ahí no es difícil seguir porque todos los manuales de trastornos psiquíatricos (DSM)* han catalogado a dicha manifestación como un problema a corregir y dirigir. Además es aquí donde se manifiesta con la mayor crudeza que las descripciones del saber tienen efectos de poder, ya que en todos los casos el Estado a través de cuerpos legales, ha sabido resguardar coercitivamente algunas producciones del conocimiento, que sólo pueden ser modificados por una cuestionamiento radical de sus principios, contrarios a una aceleración de los procesos de naturalización que paralizan la política.
Al ver todas las burocracias normativas que demanda una simple cirugía, nos damos cuenta del poder de los agentes producidos por el saber y de la connivencia forzada entre ciencia y poder, que la primera a fuerza de conjurar no deja de poner en evidencia. Tratar de responder a las condiciones que una ciencia, cuestionada (psicología y psiquiatría) desde su amanecer, intentan fijar sobre el cuerpo exceden nuestras capacidades, sin embargo, hay que estar seguro que si se quiere llegar a dar una respuesta de aquello, habrá que transitar por un quiebre sobre la epistemología de los dualismos que han construido las tremendas asimetrías entre cuerpo y mente, sociedad y naturaleza, ciencia/técnica y política. Dicha separación, con estatutos diferenciados, cortes a beneficio del desarrollo disciplinar, reduccionismos persistentes, pero en claro perjuicio del accionar real, tienen poblado al imaginario social de rasgos que, aunque actúan en conjunto y bajo sistema, sólo se perciben recortándolos.
¿Al final existe un sólo sexo qué se manifiesta de dos maneras diferentes (como se creía en la antigüedad) o existen dos sexos a los cuales se le adhieren culturalmente 2, 3 ó 5 géneros o quizá las distinciones entre sexo-género-deseo sólo son atributos políticamente ensamblados con efectos de naturalización? Quizá una respuesta se encuentre en la descripción del antropólogo José Antonio Nieto, en el cual la multitud multiforme del deseo -por su misma plasticidad-, necesita de estructuras normalizadoras que reduzcan cualquier posible aparición transgresora a manifestaciones de la perversidad, la anormalidad y la enfermedad que en nuestra sociedad sólo el saber-ciencia puede sancionar y bendecir (legitimar).
Si existe "deseo" como lugar de acontecimientos y prácticas que resquebrajan la continuidad de la hegemonía hetorocentrada-reproductiva (sadomasoquismo, erótica anal**, erótica oral, dildos, etc. por citar únicamente los más conocidos) es precisamente porque no existe condición natural que prime como principio de una norma basada en una bio-lógica o en una ontología sexual del humano que predique el apego a una conducta, si no es apelando a una esencia que la demanda.
Si existe "deseo" como lugar de acontecimientos y prácticas que resquebrajan la continuidad de la hegemonía hetorocentrada-reproductiva (sadomasoquismo, erótica anal**, erótica oral, dildos, etc. por citar únicamente los más conocidos) es precisamente porque no existe condición natural que prime como principio de una norma basada en una bio-lógica o en una ontología sexual del humano que predique el apego a una conducta, si no es apelando a una esencia que la demanda.
*Recién en 1973 el manual de trastornos psiquíatricos DSM, accede a borrar como patología mental a la "homosexualidad". Actualmente colectivos y activistas transexuales a nivel global piden su despatologización.
**Son conocidas las historias de la homosexualidad, de la masturbación y de la erotización contemporánea del ano como prácticas de anormalidad, asociadas por el discurso-saber heterocentrado a una formación patólogica que aleja a quienes las sostienen del lugar "natural" de la condición humana.
**Son conocidas las historias de la homosexualidad, de la masturbación y de la erotización contemporánea del ano como prácticas de anormalidad, asociadas por el discurso-saber heterocentrado a una formación patólogica que aleja a quienes las sostienen del lugar "natural" de la condición humana.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)