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25 de septiembre de 2012

Antropología Médica: enfermedad, salud y procesos de curación.


Algún día, la tierra será un lugar de curación.
Así Habló Zaratustra.

La enferma siempre sabe mejor que el médico lo que le conviene, pero no logra pensar ese saber, sino sólo expresarlo en sueños, en movimientos, en el modo de vestir, en su ser, en sus síntomas de enferma; o sea, en un lenguaje que ella misma no entiende. 

Georg Groddeck (citado en Los Signos, el médico y el arte de la lectura del cuerpo de Karin Johannisson).
       
La antropología médica cuenta con importantes esfuerzos por consolidar un corpus de conocimiento que trate de disminuir al mínimo la escisión epistemológica y pragmática entre las ciencias humanas y el saber biomédico en relación al enfermo y los procesos de curación.


Su motor ético es la búsqueda de un conocimiento conciliador entre las prácticas terapeúticas de la tradición objetivista del saber médico-biológico y la experiencia subjetiva de la enfermedad del sujeto que se encuentra insertado en un contexto de significación cultural que determina la trayectoria social de su enfermedad.


"Aseverar que la biomedicina posee informaciones directas, descripciones objetivas del orden natural, un orden empírico de universales biológicos externos a la cultura, ya no parece sustentable y debe ser sometido a análisis crítico. Para ello, la teoría empírica del lenguaje médico con su enfoque en representaciones será insuficiente y debe ceder lugar a otras alternativas"   Good B. Medicine, rationality and experience. University Cambridge Press, 1994: 22.

En este examen y propuesta se esboza una crítica al sistema de evaluación biomédico que alcanza su mayor gloria en la industria farmacológica y en ciertos aspectos de la tecnociencia. Toda esa postura a configurado una relación entre el médico y la enfermedad, dejando al sujeto enfermo a un lado, ejemplificado en la serie televisiva norteamericana con la imagen de un doctor ensimismado en su genialidad y sus dotes para el análisis, sin la presencia relevante del sujeto que posee la enfermedad en primera persona, pero que carece de la razón instrumental y objetivista del diagnosticante. El aspecto del sufrimiento y el significado de la enfermedad ha sido dejado de lado por la medicina moderna.

Las tensiones entre el saber biomédico y los signos culturales del enfermar no se encuentran en los procesos de morbilidad que han llegado a un extremo, sino en los acontencimientos diarios de un agente que busca hacer frente a su enfermedad empalmando con nuevas prácticas que le otorguen un sentido de "ajuste interno".

La enfermedad y su trayectoria social.

Leví-Strauss alcanzó fama con dos artículos de interpretación estructural que tienen como base el examen de los procesos de curación en sociedades indígenas americanas. La Eficacia Simbólica y El Hechicero y su Magia constituyen un agudo rastreo sobre la comunicación entre el Chamán, el sujeto enfermo y la terapéutica simbólica de su dolencia. En dicha investigación propone un enfoque de análisis que contiene tres elementos:

El Paciente (sujeto portador de enfermedad)
El Agente Sanador (Chamán), y
La Comunidad simbólica que habitan como resorte de sanación.

La triangulación de los tres elementos podrá efectuar un reacomodo interno, ya que el Chamán no es un agente sanador porque sane sino que "sanaba a sus enfermos porque se había convertido en un gran hechicero" (Levi-Strauss, 1987: 207). "Toda sociedad construye escenarios y actores para que el sufrimiento individual se transforme en satisfacción o respuesta social".  A través de la comprensión del entorno sociocultural los cuerpos devienen inteligibles para sí mismos. En un proceso de trauma lo que colapsa es la continuidad de la persona como agente activo de identidad.

"Triple integración del individuo, identidad personal, identidad social e identidad cultural. La relación de las tres desencadena una capacidad transparente de coherencia que lo hacen ser al mismo tiempo un realizador de personalidad, activo socialmente en sus intercambios y culturalmente expresivo de valores y de sentido".  David Le Breton. Cuerpo Sensible, 2010: 24.

La continuidad transparente de una biografía con su entorno permite acceder a una vivencia de la realidad del mundo de manera no antagónica, generando una relación de sanación con un sujeto que se encuentra instituído como agente investido de reconocimiento público por su oficio de sanador.
"Sin la mediación estructurada del otro, es imposible concebir en el hombre una capacidad de apropiación significante del mundo, por sí mismo, su cuerpo no se abrirá jamás a la inteligencia de los gestos o percepciones que le son necesarias". Le Breton, ibid. pág. 18.

La relación y vínculo del enfermo con el mundo, junto a la mediación que ofrece un agente de sanación, le proporciona a la persona un sentido que lo abren a percibir su enfermedad de una manera consciente, recordando con Levi-Strauss que "la integridad física no resiste a la disolución de la personalidad social" (El hechicero y su magia).


Salud y “problemas del vivir”.

Cuando la neuroquímica y la intrapsíquica se encuentran estabilizados o dentro de marcos de representación de “normalidad”, nos encontramos con los límites de ciertas taxonomías nosológicas que no capturan la subjetividad del sufrimiento en un sujeto que se ve sobrepasado en su actuar por las expectativas sociales que erosionan constantemente su subjetividad.

La configuración social del sufrimiento, en las sociedades modernas es la encarnación de un fenómeno, acompañado de una experiencia que desencadena un evento de enfermedad. Dichos eventos son constantemente recepcionados por los sistemas de saber psiquiátricos y sus taxonomías, perfeccionadas por sistematización.

En las sociedades de tradición oral, la manipulación simbólica de la enfermedad por curanderos y chamanes se encuentra condicionada por  la inestabilidad de la palabra (carente de sistematización) y por eso mismo es vulnerable a la inconsistencia propia del ensayo permanente.

En las narrativas orientales del saber médico, encontramos una fusión entre espiritualidad y salud junto a una densa cosmovisión donde energía, cuerpo, materia y psique están atravesadas por el poder cósmico, lo que se traduce en narraciones donde el principio de clasificación taxonómica occidental de las enfermedades se vuelven principio de negación cosmológico:

“…para una mentalidad como la China, en la que el principio del orden de las cosas juega el papel de una categoría fundamental, la noción de causa y efecto que conducen a la idea de relaciones unilineales, segmentarias y pobre en referencias totalizantes parecen mucho menos pertinentes que aquellas de concatenación y organización. Éstas al ser realizadas según innumerables orientaciones y clasificaciones jerárquicas, se sobreponen o se recortan de múltiples maneras llegando sin duda a series menos coherentes pero más representativas, para la satisfacción del espíritu, de la superioridad de contestarse todas a través de una identidad de estructura reveladora, de la unidad ordenada del universo.” Vandermeersch (1974).

Ésta segmentación sobre segmentación, propia de occidente ha devenido un fortaleza para el descubrimiento de hasta las más pequeñas funcionalidades de la materia orgánica, lo que fundamenta uno de los principios más fuertes de la ciencia médica, pero a la vez desencadena una pobreza de sentido en la relación del cuerpo y su entorno.

Arriesgando una hipótesis, se puede plantear que la proliferación de cultos budistas, chamanístas y curanderos varios en gran parte de occidente se debe a la potencia en la comunicación de sentido que poseen esas narrativas para explicar con una idea de totalidad la relación de cuerpo-sociedad-naturaleza, como también en la continuidad en el pensamiento del eje cuerpo-mente sin las fragilidades del cartesianismo occidental.

La salud es también una manera de percibirse a través del otro humano y del Otro no humano, no importa, una vez más recordando a Levi-Strauss, si son discursos de charlatanería o articulaciones irracionales, sino que cuando el otro comunitario habita la misma creencia desencadena en la conciencia del afectado una relación de cohabitación en la verdad de la creencia, sin la cual no puede existir un verdadero intercambio de sentido y refugio cosmológico. Entrar en el sentido de la comunidad, es entrar en la corriente que compensa las tensiones. 


El porvenir de la antropología médica.

Los primeros análisis en Antropología Médica, junto al aporte de la etnomedicina y etnopsiquiatría en sus estudios comparativos permiten extraer la multidimensionalidad que asume la enfermedad en su portador en referencia al contexto en el cual se sitúa la vivencia del paciente. La patografía y la terapeútica del médico nos permiten extraer algunas conclusiones de los actuales protocolos de diagnóstico: en primer lugar, la antropología médica se enfrenta a una resistencia corporativa para disputar la racionalidad pragmática que se desarrolla en el encuentro entre paciente y médico.

En segundo lugar la racionalidad científica que subyace al análisis biomédico a emprendido una suerte de apertura paulatina a las observaciones que la bioética (ayudada en gran parte por la antropología médica)  le ha venido a formular de manera crítica a un biomedicina preocupada de dar únicamente con la materia de enfermedad (virus, bacterias, etc.) para atacarla mediante dosis de fármacos, una dieta estricta o actividad física, desligando la actividad significativa de la persona de su mundo, prácticas, oficios o realidades culturales en las cuales está inserto.

Evolución de los estudios en Antropología Médica desde 1970 a 2008 (Google Ngram / EE.UU.)

Por último, la Antropología Médica deberá enfrentar un papel de mediación entre los procesos de modernización que en Latinoamérica ha llevado a la implantación de consultorios e instituciones médicas que no toman en cuenta la realidad de los pueblos indígenas, su cosmovisión, ni menos sus marcos de referencia cultural, mediante los cuales la enfermedad es recepcionada por el enfermo, su familia y comunidad. La antropología sabe bastante a donde conducen los procesos de aculturación violenta y rápida que consideran irrelevante y materia de burla las concepciones mágico-religiosas de las comunidades indígenas por parte de las ansiedades de las políticas de desarrollo social gubernamental, que imponen modelos carentes tanto de diálogo intercultural, como de prácticas de integración en los programas de desarrollo humano.



Bibliografía.

Enfermedad, persona y saberes de la curación. Entre la cultura y la historia Roberto Beneduce.
Antropología Médica, Miguel Kottow.
Resortes Antropológicos de los diferentes procesos de curación, Fabricio Vomero.
Creencia y eficacia simbólica: posibles respuestas, Fabricio Vomero.
Los Signos, el médico y el arte de la lectura del cuerpo, Karin Johannisson.
La Eficacia Simbólica, Claude Lévi-Strauss.
El Hechicero y su magia, Claude Lévi-Strauss.
Cuerpo Sensible, David Le Breton.

7 de noviembre de 2011

Sentido y micropolítica.

Una letra se acopla a un ritmo de variaciones que ejecutan una sintonía entre el conjunto que ellas conjugan (una música) y la persona que la escucha, la siente y las hace suyas, algo anda bien, el gusto lo aprueba y el sentido emerge.

La situación anterior describe partículas de sentido que inundan un espacio y son incorporadas por un cuerpo como componiendose junto a él. Pero lo anterior no nos describe la situación donde las personas se mueven en el mundo en función de encuentros que le permitan sostener que la vida -al fin y al cabo- tiene un sentido, hablando ampliamente.

Sentido es incorporación de partículas seleccionadas (no encuentro mejor palabra) que sólo en la medida que conforman una composición mayor, lo que se podría denominar un modo de vida, logran consolidar elementos heterogéneos que funcionan (hacen uno) dentro de un cuerpo.  Bajo esa mirada una persona no refleja el mundo (como totalidad), sino que estructura un mundo o para ser más precisos el mundo emerge con él y con ello se entienden las definiciones de la filosofía vitalista que enuncia que bajo ningún punto de vista somos seres, sino que somos maneras de ser posibles.

Las feministas saben bastante de esto, quizá no de la manera como lo expongo, sin embargo, hay tesis de estas agrupaciones en donde justo cuando las ciencias sociales hacían un viraje-esfuerzo por determinar una temática que estudiara los elementos estructurales, institucionales y funcionales sobre las sociedades y sus productos de regulación (macropolítica), dejaban de lado los elementos micropolíticos que actuaban simultáneamente dentro del tejido social. Ambas (macro y micro)  son dimensiones de un mismo movimiento que sólo encuentran "contradicciones" en las construcciones teóricas que obstinadamente las describen como antagónicas o no pertinentes para el estudio de una disciplina.

En unos post anteriores describimos al sentido como una producción, es decir, como algo que nuestro cuerpo-conciencia selecciona, combina, elabora y construye, es algo que sólo puede ser producido por uno mismo dentro de un contexto que nos determina como culturalmente mediados y contextualmente situados. Lo anterior nos permite entender la violencia sobre la cual toda formación de sentido tiene que transitar para poder elaborar un mundo propio que no esté condicionado material ni simbólicamente por restricciones que paralicen toda posible transformación (las morales, los rituales sociales, las creencias, las prácticas normalizadoras y en algunos casos las identidades).

Conciencia y sociedad se emsamblan únicamente cuando no estan atravesadas por el conflicto. La resistencia a los modelos de sociedad imperantes sólo son inteligibles para los subordinados, es decir, para los sujetos que padecen los efectos del poder, ya que el poder es invisible en su operar para aquél que posee los privilegios del poder; tómese como ejemplo las personas de piel blanca sobre las negras, los hombres sobre las mujeres, las clases dominantes sobre las dominadas, etc., en esas situaciones  los que ostentan los privilegios jamás se cuestionan su condición de privilegiados, ni sufren las consecuencias sociales bajo la forma del conflicto.  Lo anterior son resultados de un proceso vivido donde se manifiesta por un lado una historia (biografía) frente a las estructuras en las cuales se desenvuelve dicha experiencia, que al estar construidas jerárquica, disimetral y segregacionalmente, sólo pueden dar como productos cuerpos que habitan sociedades sin un contenido que les proporcione sentido ni vínculo positivo, es vida en resistencia.

El sentido tiene que ver con la capacidad de acceder al inconcsiente, que es el lugar donde el cuerpo ejecuta mayormente sus movimientos e intercambios sociales, es ahí donde se encuentran enquistadas recurrencias neuronales que al no tener un acceso pleno por parte de la conciencia impiden los procesos de autoobservación y de cambio que traería consigo acceder a dichas funciones. La idea de inconsciente no tiene mucho desarrollo dentro de las ciencias sociales en la actualidad y existen algunos autores (como Luhmann) que derechamente abandonan su uso por ser un concepto con nula capacidad explicativa.

Sentido tiene que ver además con las proyecciones de la persona dentro del mundo que habita, la capacidad que tiene ésta de situarse en un futuro posible y el sentido que lo informa. Pero hay que preguntarse porque el sentido tiene tan alta capacidad de fallar en la elaboración que afirma en cada nueva situación, la falla permanente forma parte de la experimentación que tarde o temprano permitirá ofrecer sentido/sin sentido como producto, y la experimentación es el concepto que permite ver a cada uno de los cuerpos como soberanos políticos de sus decisiones para vivir. Sobra decir que al igual que el sentido, la noción de cuerpo como posibilidad de soberanía son casos políticamente extraños, por lo general la educación desde la niñez se enmarca bajo situaciones de obediencia y dependencia en un contexto de subordinación permanente sin espacio para una ética de la transformación.

Ver la vida como política, es afirmar que hasta las creencias más profundas y extendidas dentro de la cultura que vive cada cual sólo son construcciones que se manifiestan como no construidas, productos de los cuales se han olvidado que lo son, símbolos que escapan al tiempo de la historia como articulador de posibles, historias que se manifiestan pesadamente como un fin, un lugar para detenerse y estabilizarse (hay que ver y leer como en grandes relatos míticos la estabilidad y el descanso eran metáforas de la muerte, también en filosofía política-vitalista Nietzsche lanza la acusación contra el budismo como forma de vida que abandona las fuerzas mismas de la vida, pulsión de muerte). Pero la vida y los procesos de construcción nuevos sólo responden a una violencia que les viene de afuera (sociopolítica), capaces de buscar sin descanso los elementos que podrán utópicamente responder que otra lógica y otro mundo son posibles, macro y micropolíticamente hablando y sobre todo trabajando.