20 de junio de 2012

Metáforas del fin



Quizá sea una virtud el que las ciencias sociales traten de hablar sobre lo que sucede ante esta ola de comunicaciones que anuncian el final de algo para estos meses con cierta distancia. Podríamos recordar a Durkheim y afirmar con él que el advenimiento de un final del ser humano es la manifestación frustrada de una sociedad que se ve superada por su incapacidad de adapatación. Dukheim jamás ha dicho eso, pero leyéndolo se me ocurrió esa idea.

¿Qué ocurre?, ¿por qué se ha hecho tan popular participar de una u otra manera en alguna comunidad de ideas que tienen al 2012 como la manifestación de una revuelta del espíritu? El tarot,  el budismo, el yoga, los mayas, el zodiaco, Jesús, los extraterrestres, las crisis del capitalismo, etc. Son muchos los factores que habitan el hablar común de las personas para explicarse un futuro incierto, lleno de ansiedades y carentes de conocimiento que le den un respiro. Pero un aspecto las reúne a todas: el miedo.

Es cierto, el capitalismo en su fase tardía a elevado, como nunca antes en la historia los fenómenos de incertidumbre, el ascenso y descenso de las bolsas a niveles records en una misma semana, los procesos de flexibilización laboral, la liberalización de mercados, la especulación como forma de ganancia acelerada, la reconfiguración de garantías estatales en pensiones, salud y educación, y la nueva certeza, para desgracia nuestra, de que existen empresas que no pueden quebrar, sino que deben ser salvadas, aunque el Estado mismo asuma la responsabilidad de pagos y se juegue la vida de toda una comunidad social en ello.

Karl Marx denominaba a esos sucesos “las crisis del capitalismo”, y cumplen una función conocida para el funcionamiento de dicho sistema. En 2008 estalló un boom de ventas de Das Kapital en Alemania y la prensa gringa y europea se sorprendía de que dichos fenómenos tan contemporáneos y posmodernos hayan sido comprendidos en la obra del padre de la crítica al capitalismo. Junto a ello a Sarkozy se le veía leyéndolo y hasta el Papa Benedicto XVI hablaba de su buena analítica*.  Entonces, y  para no darme más vueltas, he querido reunir aquí la noción de capitalismo en crisis, junto a la vorágine de discursos que tienen por única meta transmitir la noción de un fin para el cual todo movimiento o acción que lo enfrente están destinados a fracasar.

Las comunicaciones sociales (TV, Radio, Internet, Facebook, Twitter, etc.)   junto al devenir híbrido de los discursos de fin de mundo, no hacen más que manifestar bajo una dinámica cultural  la incapacidad del capitalismo por sostener su propia ideología. Sin ser reduccionista, mi hipótesis es que la realidad de los discursos finales tienen un objetivo claro: describir la incapacidad humana de sostener su existencia en comunidad bajo un cuerpo de creencias que le otorgue sentido.

La situación actual, nos muestra que las instituciones religiosas de occidente, administradas    milenariamente bajo el régimen del secreto, son incapaces de seguir los ritmos de transformación que exige las descripciones actuales de “sociedad del riesgo” (Beck) o del “miedo líquido” (Bauman) que tienen a la humanidad industrializada con los más altos índices de estrés y ansiedad buscando ideas que tranquilicen su actividad interior.

Si uno se da a la tarea de leer algunos de las más grandes o populares descripciones sobre los sucesos que secundaran un post2012 se encuentra con la promesa de una especie de evolución forzada de la conciencia, un acoplamiento energético entre los astros y los cuerpos humanos, la llegada de seres redentores o deseos profundos por acceder a una especie de comunicación cósmica que hasta ahora permanece vedada a nuestras posibilidades. Todo se resume en la emergencia de un “nuevo tiempo”.

Los imaginarios apocalípticos del cristianismo, no distan mucho de esa mirada y ya nos es conocido el vocabulario de los seguidores de la cruz que asocian terremotos, tempestades climáticas y procesos de desmoralización social como la exteriorización del plan divino. De todas maneras el desierto continúa avanzando, y junto a él se adhieren saberes populares que hacen del budismo, la ecología práctica y la cosmovisión indígena una estructura común que le permite a las nuevas generaciones enfrentar de una manera menos pesimista la tragedia de ver caer los ideales de una ilustración europea que creía que la democracia  y la actividad modernizadora serían los medios de transformación final del ser incivilizado. Una regla se desprende de esto: no existe formación de sí sin una narrativa social que le otorgue lugar y, por tanto, que ya se encuentre operando dentro del espacio social.

Lo que dichas prácticas manifiestan en el nivel imaginario de la sociedad es acompañado a nivel económico y político por estados de crisis que no encuentran una solución efectiva en discursos que hagan del mercado o el estado la fuente de soluciones al problema de ser en comunidad. Si la caída del muro en el 89 significó el triunfo final del capitalismo neoliberal, ahora la tragedia es que no existe una cuerpo renovado y lo suficientemente socializado de soluciones y creencias que le haga frente a las trizaduras del pensamiento único del capitalismo tardío y su democracia representacional deslegitimada.

El “final del mundo” parece ser un refugio ante nuestra incapacidad de entender la responsabilidad de vivir en comunidad junto a un mecanismo que nos proporcione un piso común de solidaridad y mutuo reconocimiento social, es también una esperanza, pero en el sentido negativo que le otorgaba Spinoza de ser vehículo que deposita todas las soluciones en un futuro que no depende de nosotros, pero también un síntoma de quien se pregunta “¿de quién o quiénes es el mundo que se encuentra legitimado como real? Y ¿qué ocurre cuando comienzo a llegar a ser aquello para lo cual no hay lugar dentro del régimen de verdad dado?”**.




*historiaglobalonline.com/2011/02/marx-is-back-la-resureccion-del-marxismo-2008-2011/
**Judith Butler, ¿Qué es la crítica? Un ensayo sobre la virtud de Foucault.

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