Quizá sea una virtud el que las ciencias
sociales traten de hablar sobre lo que sucede ante esta ola de comunicaciones
que anuncian el final de algo para estos meses con cierta distancia. Podríamos recordar a Durkheim y
afirmar con él que el advenimiento de un final del ser humano es la
manifestación frustrada de una sociedad que se ve superada por su incapacidad
de adapatación. Dukheim jamás ha dicho eso, pero leyéndolo se me ocurrió esa
idea.
¿Qué ocurre?, ¿por qué se ha hecho tan popular
participar de una u otra manera en alguna comunidad de ideas que tienen al 2012
como la manifestación de una revuelta del espíritu? El tarot, el budismo, el yoga, los mayas, el zodiaco,
Jesús, los extraterrestres, las crisis del capitalismo, etc. Son muchos los
factores que habitan el hablar común de las personas para explicarse un futuro
incierto, lleno de ansiedades y carentes de conocimiento que le den un respiro. Pero un aspecto las reúne a todas: el miedo.
Es cierto, el capitalismo en su fase tardía a elevado, como
nunca antes en la historia los fenómenos de incertidumbre, el ascenso y
descenso de las bolsas a niveles records en una misma semana, los procesos de
flexibilización laboral, la liberalización de mercados, la especulación como
forma de ganancia acelerada, la reconfiguración de garantías estatales en
pensiones, salud y educación, y la nueva certeza, para desgracia nuestra, de
que existen empresas que no pueden quebrar, sino que deben ser salvadas, aunque
el Estado mismo asuma la responsabilidad de pagos y se juegue la vida de toda
una comunidad social en ello.

Las comunicaciones sociales (TV,
Radio, Internet, Facebook, Twitter, etc.) junto
al devenir híbrido de los discursos de fin de mundo, no hacen más que
manifestar bajo una dinámica cultural la
incapacidad del capitalismo por sostener su propia ideología. Sin ser reduccionista, mi hipótesis es que la realidad de los discursos finales tienen un objetivo
claro: describir la incapacidad humana de sostener su existencia en
comunidad bajo un cuerpo de creencias que le otorgue sentido.
La situación actual, nos muestra que las instituciones
religiosas de occidente, administradas milenariamente bajo el régimen del secreto, son incapaces de seguir los ritmos de transformación que exige las descripciones actuales de “sociedad
del riesgo” (Beck) o del “miedo líquido” (Bauman) que tienen a la humanidad
industrializada con los más altos índices de estrés y ansiedad buscando ideas que tranquilicen su actividad interior.
Si uno se da a la tarea de leer algunos de las más grandes o
populares descripciones sobre los sucesos que secundaran un post2012 se encuentra
con la promesa de una especie de evolución forzada de la conciencia, un
acoplamiento energético entre los astros y los cuerpos humanos, la llegada de
seres redentores o deseos profundos por acceder a una especie de comunicación
cósmica que hasta ahora permanece vedada a nuestras posibilidades. Todo se
resume en la emergencia de un “nuevo tiempo”.
Los imaginarios apocalípticos del cristianismo, no distan
mucho de esa mirada y ya nos es conocido el vocabulario de los seguidores de la
cruz que asocian terremotos, tempestades climáticas y procesos de
desmoralización social como la exteriorización del plan divino. De todas
maneras el desierto continúa avanzando, y junto a él se adhieren saberes
populares que hacen del budismo, la ecología práctica y la cosmovisión indígena
una estructura común que le permite a las nuevas generaciones enfrentar de una
manera menos pesimista la tragedia de ver caer los ideales de una ilustración europea
que creía que la democracia y la
actividad modernizadora serían los medios de transformación final del ser
incivilizado. Una regla se desprende de esto: no existe formación de sí sin una narrativa social que le otorgue lugar y, por tanto, que ya se encuentre operando dentro del espacio social.

El “final del mundo” parece ser un refugio ante nuestra incapacidad
de entender la responsabilidad de vivir en comunidad junto a un mecanismo que nos
proporcione un piso común de solidaridad y mutuo reconocimiento social, es
también una esperanza, pero en el sentido negativo que le otorgaba Spinoza de
ser vehículo que deposita todas las soluciones en un futuro que no depende de
nosotros, pero también un síntoma de quien se pregunta “¿de quién o quiénes es
el mundo que se encuentra legitimado como real? Y ¿qué ocurre cuando comienzo a
llegar a ser aquello para lo cual no hay lugar dentro del régimen de verdad
dado?”**.
*historiaglobalonline.com/2011/02/marx-is-back-la-resureccion-del-marxismo-2008-2011/
**Judith Butler, ¿Qué es la crítica? Un ensayo sobre la
virtud de Foucault.
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