Algún día, la tierra será un lugar de curación.
Así Habló Zaratustra.
La enferma siempre sabe mejor que el médico lo que le conviene, pero no logra pensar ese saber, sino sólo expresarlo en sueños, en movimientos, en el modo de vestir, en su ser, en sus síntomas de enferma; o sea, en un lenguaje que ella misma no entiende.
Georg Groddeck (citado en Los Signos, el médico y el arte de la lectura del cuerpo de Karin Johannisson).
La antropología médica cuenta con importantes esfuerzos por consolidar un corpus de conocimiento que trate de disminuir al mínimo la escisión epistemológica y pragmática entre las ciencias humanas y el saber biomédico en relación al enfermo y los procesos de curación.
Su motor ético es la búsqueda de un conocimiento conciliador entre las prácticas terapeúticas de la tradición objetivista del saber médico-biológico y la experiencia subjetiva de la enfermedad del sujeto que se encuentra insertado en un contexto de significación cultural que determina la trayectoria social de su enfermedad.
"Aseverar que la biomedicina posee informaciones directas, descripciones objetivas del orden natural, un orden empírico de universales biológicos externos a la cultura, ya no parece sustentable y debe ser sometido a análisis crítico. Para ello, la teoría empírica del lenguaje médico con su enfoque en representaciones será insuficiente y debe ceder lugar a otras alternativas" Good B. Medicine, rationality and experience. University Cambridge Press, 1994: 22.
En este examen y propuesta se esboza una crítica al sistema de evaluación biomédico que alcanza su mayor gloria en la industria farmacológica y en ciertos aspectos de la tecnociencia. Toda esa postura a configurado una relación entre el médico y la enfermedad, dejando al sujeto enfermo a un lado, ejemplificado en la serie televisiva norteamericana con la imagen de un doctor ensimismado en su genialidad y sus dotes para el análisis, sin la presencia relevante del sujeto que posee la enfermedad en primera persona, pero que carece de la razón instrumental y objetivista del diagnosticante. El aspecto del sufrimiento y el significado de la enfermedad ha sido dejado de lado por la medicina moderna.
Las tensiones entre el saber biomédico y los signos culturales del enfermar no se encuentran en los procesos de morbilidad que han llegado a un extremo, sino en los acontencimientos diarios de un agente que busca hacer frente a su enfermedad empalmando con nuevas prácticas que le otorguen un sentido de "ajuste interno".
La enfermedad y su trayectoria social.
Leví-Strauss alcanzó fama con dos artículos de interpretación estructural que tienen como base el examen de los procesos de curación en sociedades indígenas americanas. La Eficacia Simbólica y El Hechicero y su Magia constituyen un agudo rastreo sobre la comunicación entre el Chamán, el sujeto enfermo y la terapéutica simbólica de su dolencia. En dicha investigación propone un enfoque de análisis que contiene tres elementos:
El Paciente (sujeto portador de enfermedad)
El Agente Sanador (Chamán), y
La Comunidad simbólica que habitan como resorte de sanación.
La triangulación de los tres elementos podrá efectuar un reacomodo interno, ya que el Chamán no es un agente sanador porque sane sino que "sanaba a sus enfermos porque se había convertido en un gran hechicero" (Levi-Strauss, 1987: 207). "Toda sociedad construye escenarios y actores para que el sufrimiento individual se transforme en satisfacción o respuesta social". A través de la comprensión del entorno sociocultural los cuerpos devienen inteligibles para sí mismos. En un proceso de trauma lo que colapsa es la continuidad de la persona como agente activo de identidad.
"Triple integración del individuo, identidad personal, identidad social e identidad cultural. La relación de las tres desencadena una capacidad transparente de coherencia que lo hacen ser al mismo tiempo un realizador de personalidad, activo socialmente en sus intercambios y culturalmente expresivo de valores y de sentido". David Le Breton. Cuerpo Sensible, 2010: 24.
La continuidad transparente de una biografía con su entorno permite acceder a una vivencia de la realidad del mundo de manera no antagónica, generando una relación de sanación con un sujeto que se encuentra instituído como agente investido de reconocimiento público por su oficio de sanador.
"Sin la mediación estructurada del otro, es imposible concebir en el hombre una capacidad de apropiación significante del mundo, por sí mismo, su cuerpo no se abrirá jamás a la inteligencia de los gestos o percepciones que le son necesarias". Le Breton, ibid. pág. 18.
La relación y vínculo del enfermo con el mundo, junto a la mediación que ofrece un agente de sanación, le proporciona a la persona un sentido que lo abren a percibir su enfermedad de una manera consciente, recordando con Levi-Strauss que "la integridad física no resiste a la disolución de la personalidad social" (El hechicero y su magia).
Salud y “problemas del vivir”.
Cuando la neuroquímica y la intrapsíquica se encuentran
estabilizados o dentro de marcos de representación de “normalidad”, nos encontramos
con los límites de ciertas taxonomías nosológicas que no capturan la
subjetividad del sufrimiento en un sujeto que se ve sobrepasado en su actuar
por las expectativas sociales que erosionan constantemente su subjetividad.
La configuración social del sufrimiento, en las sociedades
modernas es la encarnación de un fenómeno, acompañado de una experiencia que
desencadena un evento de enfermedad. Dichos eventos son constantemente
recepcionados por los sistemas de saber psiquiátricos y sus taxonomías, perfeccionadas
por sistematización.
En las sociedades de tradición oral, la manipulación
simbólica de la enfermedad por curanderos y chamanes se encuentra condicionada por
la inestabilidad de la palabra (carente
de sistematización) y por eso mismo es vulnerable a la inconsistencia propia
del ensayo permanente.
En las narrativas orientales del saber médico, encontramos
una fusión entre espiritualidad y salud junto a una densa cosmovisión donde
energía, cuerpo, materia y psique están atravesadas por el poder cósmico, lo
que se traduce en narraciones donde el principio de clasificación taxonómica
occidental de las enfermedades se vuelven principio de negación cosmológico:
“…para una mentalidad como la China, en la que el principio del orden de las cosas juega el papel de una categoría fundamental, la noción de causa y efecto que conducen a la idea de relaciones unilineales, segmentarias y pobre en referencias totalizantes parecen mucho menos pertinentes que aquellas de concatenación y organización. Éstas al ser realizadas según innumerables orientaciones y clasificaciones jerárquicas, se sobreponen o se recortan de múltiples maneras llegando sin duda a series menos coherentes pero más representativas, para la satisfacción del espíritu, de la superioridad de contestarse todas a través de una identidad de estructura reveladora, de la unidad ordenada del universo.” Vandermeersch (1974).
Ésta segmentación sobre segmentación, propia de occidente ha
devenido un fortaleza para el descubrimiento de hasta las más pequeñas
funcionalidades de la materia orgánica, lo que fundamenta uno de los principios
más fuertes de la ciencia médica, pero a la vez desencadena una pobreza de
sentido en la relación del cuerpo y su entorno.
Arriesgando una hipótesis, se puede plantear que la
proliferación de cultos budistas, chamanístas y curanderos varios en gran parte
de occidente se debe a la potencia en la comunicación de sentido que poseen
esas narrativas para explicar con una idea de totalidad la relación de
cuerpo-sociedad-naturaleza, como también en la continuidad en el pensamiento del
eje cuerpo-mente sin las fragilidades del cartesianismo occidental.
La salud es también una manera de percibirse a través del
otro humano y del Otro no humano, no importa, una vez más recordando a
Levi-Strauss, si son discursos de charlatanería o articulaciones irracionales,
sino que cuando el otro comunitario habita la misma creencia desencadena en la
conciencia del afectado una relación de cohabitación en la verdad de la creencia,
sin la cual no puede existir un verdadero intercambio de sentido y refugio
cosmológico. Entrar en el sentido de la comunidad, es entrar en la corriente
que compensa las tensiones.
El porvenir de la antropología médica.
Los primeros análisis en Antropología Médica, junto al aporte de la etnomedicina y etnopsiquiatría en sus estudios comparativos permiten extraer la multidimensionalidad que asume la enfermedad en su portador en referencia al contexto en el cual se sitúa la vivencia del paciente. La patografía y la terapeútica del médico nos permiten extraer algunas conclusiones de los actuales protocolos de diagnóstico: en primer lugar, la antropología médica se enfrenta a una resistencia corporativa para disputar la racionalidad pragmática que se desarrolla en el encuentro entre paciente y médico.
En segundo lugar la racionalidad científica que subyace al análisis biomédico a emprendido una suerte de apertura paulatina a las observaciones que la bioética (ayudada en gran parte por la antropología médica) le ha venido a formular de manera crítica a un biomedicina preocupada de dar únicamente con la materia de enfermedad (virus, bacterias, etc.) para atacarla mediante dosis de fármacos, una dieta estricta o actividad física, desligando la actividad significativa de la persona de su mundo, prácticas, oficios o realidades culturales en las cuales está inserto.
Evolución de los estudios en Antropología Médica desde 1970 a 2008 (Google Ngram / EE.UU.)
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Bibliografía.
Enfermedad, persona y saberes de la curación. Entre la cultura y la historia Roberto Beneduce.
Antropología Médica, Miguel Kottow.
Resortes Antropológicos de los diferentes procesos de curación, Fabricio Vomero.
Creencia y eficacia simbólica: posibles respuestas, Fabricio Vomero.
Los Signos, el médico y el arte de la lectura del cuerpo, Karin Johannisson.
La Eficacia Simbólica, Claude Lévi-Strauss.
El Hechicero y su magia, Claude Lévi-Strauss.
Cuerpo Sensible, David Le Breton.