Una metáfora intenta captar lo que está pasando. Estamos todos en un barco, en medio de la tormenta perfecta. En el cuarto de máquinas disputan intensamente políticos, científicos, dirigentes sociales, funcionarios, partidos políticos… Todos tienen ideas sobre cómo enfrentar la dificultad. Tan ocupados están en su debate que no perciben que el barco se hunde. Pero la gente, en cubierta, se da cuenta claramente. Algunos, con sesgo individualista, saltan del barco y se ahogan. Los demás se organizan y en pequeños grupos construyen botes y balsas y empiezan a alejarse del barco. Surgen pronto mecanismos para articular los empeños, hasta que descubren que están en medio del archipiélago de la convivialidad… Observan, a la distancia, cómo sus supuestos ‘dirigentes’ se hunden junto con el barco.
Gustavo Esteva. Más allá del desarrollo: la buena vida.
Si el triunfo total de una ideología es no ser percibida como tal, el desarrollo viene siendo un buen ejemplo de ello desde el 20 de enero de 1949*. A tal punto que en el influyente The development dictionary se hace un
extraordinario esfuerzo por analizar pieza a pieza, los elementos que forman parte
esencial de su engranaje: Estado, Mercado, Planificación, Recursos, Progreso,
Producción, etc.
Y sin embargo, hasta el día de
hoy, a pesar de ser denominado como un concepto en agonía, se encuentra
extendido en el sentir y pensar de amplios sectores sociales. Es tal el nivel en que se ha
vuelto efectivo este vocabulario, que cualquiera que lo ponga en duda es visto con
ojos de reprobación.
Una de las principales razones
que existe para rechazar su uso y aplicación consiste en analogarlo a la
distinción clásica de siglos precedentes y que alcanzó un esplendor en parte
importante del siglo XIX. La división entre civilización y barbarie, sirvió
para distinguir a las masas e incorporarlas a un proceso de transformación
sumamente violento. Los mapuche en el sur y yaganes y selknam en territorio
austral comprendieron que las ideas de civilización se erigían en oposición a
sus mundos de vida y prácticas cotidianas. La barbarie, como simbolización del
atraso, la falta de higiene, incapacidad de producir riqueza y escasa capacidad
intelectual, operó como un nudo de prejuicios que legitimó matanzas, apropiación
de territorios y recursos que llevaron a varios pueblos a su total desaparición.
Esta división, era también una
justificación para que –una vez identificado todo lo negativo como sinónimo del
mundo indígena— se creara la percepción de que el mundo social del chileno,
como continuador de las estructuras políticas, económicas y sociales de lo
europeo, se mostrara como espacio de lo civilizado, produciendo políticas de
transformación totalizadoras. La alteridad de lo indígena, derivó en un
completo rechazo a su mundo de vida, significaciones y valores.
Este punto hay que entenderlo en toda su profundidad, ya que desde que existen los fenómenos de contacto y según la naturaleza contradictoria que suponen las diferentes formas de concebir el mundo desde el plano de lo occidental y lo indígena (Viveiros de Castro, 2002) ya no vemos ninguna posibilidad de que éstos últimos puedan asumir su condición movilizando sus cosmovisiones de manera total y efectiva, en particular porque la condición del capitalismo como "descodificación" creciente de todas las significaciones, no puede ser compatible con el sistema de codificación más estable de estas últimas. Creo que el análisis de Deleuze sobre la naturaleza axiomática del capitalismo, sumado al análisis de la codigofagia que propone Bolívar Echeverría para los fenómenos de contacto y mestizaje entre lo indígena y lo imperial español y estatal latinoamericano, representan dos enormes fuentes de claridad, entendiendo que las relaciones de combinación de códigos y subcódigos que emergen del mestizaje, brotan de la violencia inherente a todo contacto con elementos alternos, en donde el código europeo que devora los restos del código prehispánico es comido al mismo tiempo por los códigos sobrevivientes de lo indígena.
Lo anterior para entender que las propuestas de alternativas al desarrollo construidas por el movimiento indígena no pueden ser leídas como un retorno a un mundo de pre-contacto tendiente a esencializar y estereotipar lo propio como algo que se encuentra más allá de las transformaciones del tiempo, caracterizado como lo bueno de por sí. Por lo general la mayoría de las propuestas indígenas van de la mano con un proceso de descolonización general, un pedido de autonomía política, autodeterminación y control territorial que mira hacia la cosmovisión propia como reservorio de futuras prácticas a la vez que como fuente para instaurar nuevos modelos de producción. Dos ejemplos en este campo pueden ser decisivos para describir la importancia de la propuesta indígena: la diferencia frente a lo occidental en la concepción del ciclo de vida/tiempo, circular en oposición a la linealidad europea y una concepción radicalmente opuesta de la naturaleza y sus vínculos con lo humano (perspectivismo y multinaturaleza según Viveiros de Castro).
Este punto hay que entenderlo en toda su profundidad, ya que desde que existen los fenómenos de contacto y según la naturaleza contradictoria que suponen las diferentes formas de concebir el mundo desde el plano de lo occidental y lo indígena (Viveiros de Castro, 2002) ya no vemos ninguna posibilidad de que éstos últimos puedan asumir su condición movilizando sus cosmovisiones de manera total y efectiva, en particular porque la condición del capitalismo como "descodificación" creciente de todas las significaciones, no puede ser compatible con el sistema de codificación más estable de estas últimas. Creo que el análisis de Deleuze sobre la naturaleza axiomática del capitalismo, sumado al análisis de la codigofagia que propone Bolívar Echeverría para los fenómenos de contacto y mestizaje entre lo indígena y lo imperial español y estatal latinoamericano, representan dos enormes fuentes de claridad, entendiendo que las relaciones de combinación de códigos y subcódigos que emergen del mestizaje, brotan de la violencia inherente a todo contacto con elementos alternos, en donde el código europeo que devora los restos del código prehispánico es comido al mismo tiempo por los códigos sobrevivientes de lo indígena.
Lo anterior para entender que las propuestas de alternativas al desarrollo construidas por el movimiento indígena no pueden ser leídas como un retorno a un mundo de pre-contacto tendiente a esencializar y estereotipar lo propio como algo que se encuentra más allá de las transformaciones del tiempo, caracterizado como lo bueno de por sí. Por lo general la mayoría de las propuestas indígenas van de la mano con un proceso de descolonización general, un pedido de autonomía política, autodeterminación y control territorial que mira hacia la cosmovisión propia como reservorio de futuras prácticas a la vez que como fuente para instaurar nuevos modelos de producción. Dos ejemplos en este campo pueden ser decisivos para describir la importancia de la propuesta indígena: la diferencia frente a lo occidental en la concepción del ciclo de vida/tiempo, circular en oposición a la linealidad europea y una concepción radicalmente opuesta de la naturaleza y sus vínculos con lo humano (perspectivismo y multinaturaleza según Viveiros de Castro).
Actualmente el concepto de
desarrollo, reproduce la lógica de transformación totalizadora, en la cual una
nueva división internacional económica traza las fronteras de los mundos entre
desarrollados y subdesarrollados (actualmente denominados “en vías de
desarrollo”). Esta división jerárquica sitúa la posición de las estructuras
políticas, económicas, sociales y culturales de los países desarrollados como
cúspide sociocultural hacia el cual la multitud heterogénea de países ‘sub’
debe llegar a alcanzar, y para ello estarán obligados a transitar y reproducir
una enorme cantidad de políticas de ajuste emanadas por variados organismos
internacionales, dominados todos por representantes del Norte Global (un
ejemplo de ello es la tradicional repartición del Banco mundial para los EE.UU.
y el Fondo Monetario Internacional para la UE).
La capacidad totalizadora de la
empresa cultural del desarrollo se orienta fundamentalmente por una lógica economicista
de concebir el territorio, los grupos humanos y sus recursos. Para ello existen
multitud de políticas que se orientan por las ideas del progreso
infinito, el crecimiento exponencial y la maximización de los recursos, esta
cosmovisión del desborde, que anima la lógica esquizofrénica del capital como
aquello que nunca se llena, ni se equilibra, entra en abierto conflicto con las
cosmovisiones indígenas y con la moderna
ciencia del clima y los equilibrios ecosistémicos de la actualidad. Ejemplar para ilustrar la inviabilidad absoluta de este modo de vida es el hecho insoslayable de que si todo el planeta lo reprodujera, un solo planeta, simplemente, no bastaría.
El desarrollo alternativo es el
núcleo de políticas que una antropología para el desarrollo moviliza a través
de algunas ONGs, políticas de gobierno y cierto sector privado preocupado por
el ambiente; por otro lado una búsqueda de alternativas al desarrollo son las
líneas de acción practica que moviliza una antropología del desarrollo en la
cual la crítica al funcionamiento del sistema, la deconstrucción de sus partes
constituyentes, una defensa del lugar como resistencia a la globalización
económica y un abierto rechazo a políticas que intentan monetarizar el mercado
del clima para pagar por contaminar, parece ser la otra cara de una
controversia en la cual una enorme cantidad de recursos y agentes se encuentran
involucrados.
La sustentabilidad como proceso del modo de producción sin perjuicio sobre el ciclo de regeneración del
ambiente se muestra como el horizonte
sobre el cual una serie de políticas de la naturaleza y una pesada diplomacia
climática (la última fue la COP-20 de Lima) parecen estar negociando el difícil
momento del capitalismo y su brazo ideológico de los últimos 60 años: el
desarrollo.
*día y año en que el presidente Harry Truman declara en su discurso de investidura la localización de áreas "subdesarroladas". (Sachs, 1996).
Literatura recomendada:
Antropología del Desarrollo. Teorías y estudios etnográficos en América Latina. Varios Autores.
La agonía de un mito. ¿Cómo reformular el desarrollo? Especial de revista América Latina en Movimiento..
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