6 de mayo de 2012





En 1982 debuta la primera entrega documental de lo que se nombrará como la Trilogía Qatsi. Koyaanisqatsi es palabra del pueblo indígena Hopi de la meseta central norteamericana que utilizaban para nombrar a la “vida fuera del equilibrio”. El mismo documental ofrece otras acepciones:

1. Vida loca.
2. Vida en tumulto.
3. Vida en desintegración.
4. Vida desequilibrada.
5. Una condición de vida que clama por otra manera de vivir.

Tiene la enorme virtud (o defecto para los que se encuentran acostumbrados al uso obligado de la palabra) de carecer de relato que guíe la significación de las imágenes. El documental es un homenaje a la contemplación, caída en desuso en la vorágine del movimiento moderno y obliga al observador a formular su propia descripción de lo que contempla sin intermediarios.

Leo por internet que el director Godfrey Reggio justifica la ausencia de palabra con la siguiente frase: "No se trata de falta de amor por el lenguaje por lo que estas películas no tienen palabras. Es porque, desde mi punto de vista, nuestro lenguaje está en un estado de gran humillación. Ya no describe el mundo en el que vivimos".

El lenguaje y el poder, dos elementos que se entrecruzan y que constituyen el fundamento contemporáneo de toda una crítica de los grupos subalternos al poder de los medios masivos de comunicación que disminuyen al máximo todo poder de contemplación, ya que se encargan de producir y entregar paquetes de interpretación que sólo requieren la cómoda observación de los individuos en sus casas para su consumo instantáneo. Echando mano a la antropología política recordamos a Pierre Clastres y a Maurice Godelier, ambos ponen énfasis en que el dominio de la palabra es precondición de toda dominación. 

En la actualidad, un político es reconocido y celebrado por su capacidad para dominar la palabra, de hecho sus actuaciones públicas, el uso de discursos, la tranquilidad frente a la crítica de un periodista u otro político, demuestran que el acto de dominar la palabra es un principio de organización social, como también de saber hacerse un lugar en el poder.

Si nos adentramos en la cultura mística de oriente, observamos que el silencio y la potencia de la contemplación sin interferencia del lenguaje, por tanto, de juicios, ocupan el lugar más elevado de múltiples variaciones religiosas del budismo o el hinduismo. De hecho el séptimo chakra de la coronilla no es accesible o “destapado” por el poder de combinación de palabra y sonido alguno. Es el resultado de lo que se conoce como la apertura al silencio. Heidegger hablaba de que al Ser se le oía en el silencio absoluto.

Y sin embargo el documental no renuncia a la música, compuesta por Phillip Glass se abre a la fuerza polifónica de coros acompañados por instrumentos y melódicas retumbantes, muy parecidas a la vibraciones mántricas exigidas en las entonaciones meditativas del budismo para el despertar del cuerpo.

El oriente y el indigenismo místico que contiene éste documental acondicionado por la mistificación propia de occidente, son quizá uno de los productos más tempranos (en el área cinematográfica) de elaboraciones que buscan dar cuenta de la violencia cultural para con toda la naturaleza que exige el desarrollo del sistema económico occidental.

La trilogía tendrá dos volúmenes más: Powaaqatsi (1988) que significa algo así como “vida en transformación”, pero en su sentido crítico, en donde una forma de vida organizada como sistema –¿la economía, la sociedad?- se toman las fuerzas vitales de los individuos para su propio funcionamiento, reduciendo los cuerpos al estado de cansancio, letargo y tristeza. En el documental: “una entidad, un modo de vida que consume las fuerzas vitales de otros seres para favorecer su propia vida”.

La última es de 2002 Naqoyqatsi que significa vida en guerra.

A inicios de los 90’s se filmará la reconocida versión de Ron Fricke de Baraka (aliento de vida) que utiliza los mismos medios para articular una visión transversal de la naturaleza y su asociación implícita con la religión y los rituales que median la relación del hombre con el cosmos, la divinidad y el cambio permanente. Los cuatro documentales (la trilogía + Baraka) introducen en el mirar sin palabra, y creo que éste último logra captar la relación humana con la divinidad mejor que cualquier ensayo de interpretación religiosa.


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