En 1982 debuta la primera entrega documental de lo que se
nombrará como la Trilogía Qatsi. Koyaanisqatsi es palabra del pueblo indígena Hopi
de la meseta central norteamericana que utilizaban para nombrar a la “vida fuera del equilibrio”. El mismo documental ofrece otras acepciones:
1. Vida
loca.
2. Vida en
tumulto.
3. Vida en
desintegración.
4. Vida
desequilibrada.
5. Una
condición de vida que clama por otra manera de vivir.
Tiene la enorme virtud (o defecto para los que se encuentran
acostumbrados al uso obligado de la palabra) de carecer de relato que guíe la
significación de las imágenes. El documental es un homenaje a la contemplación,
caída en desuso en la vorágine del movimiento moderno y obliga al observador a
formular su propia descripción de lo que contempla sin intermediarios.
Leo por internet que el director Godfrey Reggio justifica la
ausencia de palabra con la siguiente frase: "No se trata de falta de
amor por el lenguaje por lo que estas películas no tienen palabras. Es porque,
desde mi punto de vista, nuestro lenguaje está en un estado de gran
humillación. Ya no describe el mundo en el que vivimos".
El lenguaje y el poder,
dos elementos que se entrecruzan y que constituyen el fundamento contemporáneo
de toda una crítica de los grupos subalternos al poder de los medios masivos de
comunicación que disminuyen al máximo todo poder de contemplación, ya que se
encargan de producir y entregar paquetes de interpretación que sólo requieren
la cómoda observación de los individuos en sus casas para su consumo
instantáneo. Echando mano a la antropología política recordamos a Pierre
Clastres y a Maurice Godelier, ambos ponen énfasis en que el dominio de la
palabra es precondición de toda dominación.
En la actualidad, un político es reconocido y celebrado por su capacidad para dominar la palabra, de hecho sus actuaciones públicas, el uso de discursos, la tranquilidad frente a la crítica de un periodista u otro político, demuestran que el acto de dominar la palabra es un principio de organización social, como también de saber hacerse un lugar en el poder.
En la actualidad, un político es reconocido y celebrado por su capacidad para dominar la palabra, de hecho sus actuaciones públicas, el uso de discursos, la tranquilidad frente a la crítica de un periodista u otro político, demuestran que el acto de dominar la palabra es un principio de organización social, como también de saber hacerse un lugar en el poder.
Si nos adentramos
en la cultura mística de oriente, observamos que el silencio y la potencia de la
contemplación sin interferencia del lenguaje, por tanto, de juicios, ocupan el
lugar más elevado de múltiples variaciones religiosas del budismo o el
hinduismo. De hecho el séptimo chakra de la coronilla no es accesible o “destapado”
por el poder de combinación de palabra y sonido alguno. Es el resultado de lo
que se conoce como la apertura al silencio. Heidegger hablaba de que al Ser se le oía en el silencio absoluto.
Y sin embargo el
documental no renuncia a la música, compuesta por Phillip Glass se abre a la
fuerza polifónica de coros acompañados por instrumentos y melódicas
retumbantes, muy parecidas a la vibraciones mántricas exigidas en las
entonaciones meditativas del budismo para el despertar del cuerpo.
El oriente y el
indigenismo místico que contiene éste documental acondicionado por la
mistificación propia de occidente, son quizá uno de los productos más tempranos
(en el área cinematográfica) de elaboraciones que buscan dar cuenta de la
violencia cultural para con toda la naturaleza que exige el desarrollo del
sistema económico occidental.
La trilogía tendrá
dos volúmenes más: Powaaqatsi (1988) que significa algo así como “vida en
transformación”, pero en su sentido crítico, en donde una forma de vida
organizada como sistema –¿la economía, la sociedad?- se toman las fuerzas
vitales de los individuos para su propio funcionamiento, reduciendo los cuerpos
al estado de cansancio, letargo y tristeza. En el documental: “una entidad, un
modo de vida que consume las fuerzas vitales de otros seres para favorecer su
propia vida”.
La última es de
2002 Naqoyqatsi que significa vida en guerra.
A inicios de los 90’s
se filmará la reconocida versión de Ron Fricke de Baraka (aliento de vida) que
utiliza los mismos medios para articular una visión transversal de la
naturaleza y su asociación implícita con la religión y los rituales que median la
relación del hombre con el cosmos, la divinidad y el cambio permanente. Los cuatro documentales (la trilogía + Baraka) introducen en el mirar sin palabra, y creo que éste último logra captar la relación humana con la divinidad mejor que cualquier ensayo de interpretación religiosa.
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