12 de mayo de 2010

Poder, fascismo y microfascismo.



“Por muy actual y poderoso que sea en muchos países, el viejo fascismo ya no es el problema de nuestro tiempo. Se está instalando un neo-fascismo en comparación con el cual el antiguo quedará reducida a una forma folklórica (…) en lugar de ser una política y una economía de guerra, el neofascismo es una alianza mundial para la seguridad, para la administración de una paz no menos terrible, con una organización coordinada de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros unos microfascistas encargados de sofocar el menor gesto, la menor cosa o la menor palabra discordante en nuestras calles, en nuestros barrios y hasta en nuestras universidades”.
Deleuze, febrero de 1977.

“Pienso que no hay que referirse al gran modelo de la lengua y de los signos, sino al de la guerra y de la batalla. La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa; no es habladora. Relación de poder, no relación de sentido.”
Foucault, 1977.

"Los sistemas simbólicos deben su fuerza propia al hecho de que las relaciones de fuerza que allí se expresan no se manifiestan sino bajo la forma irreconocible de relaciones de sentido".
Bourdieu, 1989.

El poder se ve desde los inicios de la teoría social eurocentrica como una red de instituciones sociales que organizan y coercionan al conjunto de los sujetos sobre los cuales actúa. Así ya desde Marx la diferenciación superestructura/infraestructura viabilizó una forma de pensar el poder centrado en la institucionalidad material de los poderes del Estado en desmedro de una articulación del poder más relacional y sus componentes intersubjetivos, donde más tarde irían a decantar las críticas feministas sobre el género y las articulaciones maculino/femenino, las de raza sobre su respectivo eje blanco/gradaciones de color, las de generación adulto/niño-joven, etc. Así mismo las ideas y centralizaciones emanadas del pensamiento marxiano y (principalmente del materialismo histórico) centraron la problemática del poder como un campo por el cual efectivamente todos los miembros luchan y las instituciones del estado actúan como las sillas musicales sobre las cuales se disputa el poder ocupándolas entre las diferentes clases, más específicamente la clase burguesa (industriales y banqueros dueños del capital) y la clase proletaria (conjunto de sujetos asalariados a los cuales se les compra su fuerza de trabajo). Para ello el materialismo histórico se propuso introyectar de conciencia histórica a los explotados para que se encontraran en condiciones de “darse cuenta” de la situación histórica de explotación e “injusticia” a la cual se veían sometidos por generaciones y actuar sobre ella misma. Lo fundamental del desarrollo teórico de ese pensamiento, según ciertos autores post-estructuralistas es que esconde la naturaleza fundamental del poder que es una relación de fuerza que está en todas partes: escuela, hospitales, cárceles, universidades, familia, etc. etc., y que su organización no sigue líneas estructurales fijas, sino que se mueve según el patrón de la estrategia y las fricciones diarias, según Bourdieu organizadas en todos los campos de la sociedad según sus reglas y disputas internas y regidas por la historicidad de los acontecimientos que son siempre productos humanos (intereses de clase) destinados al control del campo mismo. Se trata siempre de construir luchando el conjunto de elementos materiales e intersubjetivos que configuran el universo de convenciones que dibujan lo permitido y lo prohibido mediante verdaderas edificaciones de límites y orientaciones para los miembros del campo. El Estado no deja de ser aquel conjunto de instituciones donde el poder político actúa organizando al conjunto de los subcampos que lo componen "domesticando a los dominados", es el máximo articulador social de los poderes y el mayor adversario a transformar, no a conquistar.

Deleuze y Foucault destinan sus esfuerzos en des-cubrir que en tanto sujetos sociales el poder “atraviesa nuestros cuerpos” hasta en los más mínimos replieges así como su conciencia, llenándolas de límites, miedos, prohibiciones, reglas, pero también (y esto es fundamental) generando placeres, privilegios y productividad (en línea con las grandes articulaciones o instituciones sociales), pues si el poder fuera tan sólo una relación de fuerza meramente negativa jamás se comprendería su impresionante efectividad y reproducción histórica.

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